Cada nueva entrega discográfica de ROLDÁN es como la reapertura de un vasto jardín botánico o de un enorme gabinete de maravillas. Ya vamos familiarizándonos con el espacio, consiguiendo no desorientarnos ante la profusión de estímulos. Aún así, nada está exactamente en el mismo lugar. La colección ha crecido y se ha reordenado de tal manera que pronto olvidamos toda experiencia previa y paseamos con el estupor y la fascinación de la primera vez.
En “Te Trata” (Repetidor, 2013) hay guitarras abiertas y baterías que aletean como las que usan David Grubbs y Jim O´Rourke, temas sincopados e hipnóticos con ecos de Ali Farka Touré, ruidismo de fiesta de marionetas con Harry Partch y los Residents como banda sonora. Pasajes que recorre en imprevisibles quiebros la voz de Juan Carlos, cada vez más versátil, capaz de saltar del susurro al bramido hooligan.
ROLDÁN puede hablarnos de casi cualquier cosa: exponernos la conveniencia del contacto físico (la exuberante “Cuerpo a Cuerpo”), aconsejarnos no ser tan duros con nosotros mismos (el himno “Una Fuerza Común”); describirnos cualquier no-lugar de la periferia (“Paseo”) o incluso reflexionar de modo hilarante –esos coros faraónicos- sobre la propiedad intelectual de una ocurrencia (“Buena Idea”). Falsas curiosidades de National Geographic (“Ancestros”), estampas de infancia en la España rural (“Casino”), dibujos animados, paridas emblemáticas, corriente de conciencia, patafísica o autoayuda, todo se nos da tamizado por una indudable capacidad de fabulación y una curiosidad omnívora.
Quizá sea eso lo más apreciable de “Te Trata”: el modo en que las numerosas piezas del disco encajan en un conjunto coherente, de indiscutible musicalidad –más bailable y tarareable que nunca por cierto- y que rezuma entusiasmo por el proceso de trabajo, sentido de la aventura y del humor. Juan Carlos Roldán es el Raymond Roussel del pop en castellano, y cada reapertura de su Locus Solus es una experiencia aún más vivificante que la anterior.
Antes o después de alcanzar un destino, una forma definitiva, un estado de ánimo estable. Desde allí compone ROLDÁN su primer disco para AA records. En los temas que se suceden a lo largo de la escucha cuesta volver a casa, se olvidan todos los detalles, se pasan las horas en la casa del vino. Suspendidos en estos momentos de tránsito (las vacaciones en “Orgullosa”, el golpe de Estado y los cambios de estación en “El pirata”), los personajes de ROLDÁN ocupan su tiempo bromeando, esperando visitas, tirando platos al tejado, poniendo música al cumpleaños (otro tránsito) de su hermana. Ya que la mayoría de las escenas parecen discurrir en un entorno rural, también cabe entretenerse chismorreando sobre historias locales (“La descansada”).
Los imprevisibles arpegios de guitarra y el fraseo dislocado de ROLDÁN se ven acompañados, aquí y allá, por tarareos femeninos, moogs, bajos trotones, redobles desquiciados, griteríos, timples y mandolinas… Las canciones se nos presentan desjerarquizadas, sin la rigidez de lo definitivo. Aquí caben desde ecos brasileños y andinos (en el hit “Calcetas”, o en “Polla”), a referencias al Smog más contundente (“Dispara”), o a la verbena –hasta la madrugada- de “Bonita”. La producción de Rafael Martínez del Pozo proporciona una asombrosa espontaneidad al sonido. La instrumentación, a veces raquítica, deja espacio, en el cual se acomode el oyente, tome con libertad su punto de vista.
A pesar de la continua presencia de la voz grave y cercana de ROLDÁN, el disco destila un ambiente colectivo. Fuera de campo, en el campo, los contornos se desdibujan. El cantar nos relata sucesos, que terminan por ser episodios ejemplares, como los de las narraciones populares: íntimos y públicos.
Es cierto que un aire de desasosiego atraviesa el disco: como si sospecháramos que el momento nunca volverá a resolverse, a retomar un enfoque definido. Como si evocar cierto sentido, pasado o futuro, fuese ya “En balde”. El cantar de ROLDÁN es una celebración liviana y cargada de sentido del humor, y a la vez, denota cierta nostalgia. Es esta dualidad la que lo hace tan auténtico, donde reside su extraño encanto.