Fijaos en esos pequeños giros que operamos en nuestra personalidad en distintos ambientes. Casi sin darnos cuenta, la modulamos levemente en una reunión familiar, en el trabajo, o en una cena con viejos amigos. Con el tiempo, como una butaca que se amolda al uso, esas variaciones van dejando una marca perceptible en el carácter. Como el pelo al caerse o las arrugas al formarse.
Algo así ha ido ocurriendo en los discos que ha grabado Juan Carlos Fernández en los últimos años. Una fuerte impronta personal en la música y letras que se ha ido abriendo y especializando según se presentara con Dos Gajos –con Esperanza Collado- como Baladista o en este caso con Matrimonio, junto a Gloria Vilches.
Es quizá este el disco en que los cambios se muestran de una manera más conmovedora. Y no sólo por la paleta estilística, que esta vez oscila entre Brassens, la bossa nova, los duetos entre Kevin Ayers y Bridget St. John, o el folk de guitarristas acústicos de voz mate como Bert Jansch. Es sobre todo por la palpable sensación de intimidad que, junto al rotundo nombre del proyecto, nos lleva a leer este disco como una colección de estampas en una relación de pareja.
“No seré yo el que abandone nuestra casa” cantan en Esperando, y casi podríamos imaginar el sonido de los portazos y los tubos de la calefacción en el silencio doméstico. En Más Comprensión desgranan sus mutuas quejas con gracia, mascullándolas entre dientes. La voz de Gloria se adapta a los fraseos no como quien interpreta material ajeno, sino como quien dijera “te lo voy a explicar con tus propias palabras para que lo entiendas”. La misantropía de discos anteriores ha dejado paso a un mayor análisis sentimental. El tono, el ambiente, el tempo es ya decididamente propiedad de ambos, la butaca es ahora un sofá amoldándose a dos usos, un compromiso rubricado por la emocionante Destinos, en la que cantan “Si tuviera que imaginar un destino ya tendría que hacerlo contigo”.
Matrimonio han confeccionado una deliciosa colección de canciones humildes y maduras en las que, sin pizca de dramatismo ni de exhibicionismo autobiográfico, anida una inusitada impresión de verdad.