Con su primer LP, Dos Gajos nos presentó su fórmula: con la cobertura del fingerpicking asordinado y matemático de JC y el ritmo de proyector de bobinas de Esperanza, ellos mascullaban a dos voces letanías obsesivas e irresueltas, algo misantrópicas, algo irónicas. En Dos la fórmula se ha vuelto algo más flexible, mientras nuestros personajes se nos confían; antes escuchábamos sus voces en off, ahora se dirigen a nosotros.
Nuevos recursos sonoros caen aquí y allá, rigurosamente dosificados, con una enorme capacidad de sugerencia: una guitarra española y el unísono de las voces son suficientes para diluir toda aquella tensión que creíamos tan característica y convertirla en remolona beatitud (“La Isla”); bastan unos rasgueos a la bordonera y algunos golpes de maza (“Desafortunados Dos”) para remitirnos a The Doctor Came at Dawn de Smog; unos segundos de sucio cimbreo de cuerdas de alambre en “La Conclusión” y ya habremos pensado en Canned Heat o en R.L. Burnside. La hilarante “Bajo las Palmeras” no hubiera desentonado en el repertorio de Luis Aguilé; “Perro Ladrador” y sobre todo, la lapidaria “Balada de Hoy” parecen sacadas de la Ópera de los Tres Peniques…
Aunque igual de ofuscados y descreídos que siempre, Esperanza y JC despliegan también un espectro anímico más amplio en los textos: fiebres de seducción ibérica (“Morenaza”), crónicas mordaces de decepción y anestesia emocional (“Todo sin Sufrir”), alguna que otra pulla de sesgo brechtiano… En Dos incluso se ensayan por primera vez duetos canónicos a lo Lee y Nancy, o a lo Gainsburg y Birkin (“Qué puede ser”).
En “Nada”, penúltimo tema del disco, él interpreta al arquetipo del refunfuñón abúlico cuya vida pasa sin pena ni gloria, hasta que en el estribillo ella le increpa “Ya está bien, sólo te sabes repetir”. Es en la retranca apenas disimulada de su voz donde apreciamos el grado de control de su propuesta –tanto que les permite juguetear con la autoparodia- que han alcanzado. En su segundo LP, Dos Gajos han hecho mucho más que repetirse.
No es casual que en su blog, Dos Gajos se presenten mediante un breve vídeo en el que les vemos entrar en plano, sentarse a sus instrumentos (Esperanza a la batería, JC a la guitarra) y contar cuatro compases. Como si dos tripulantes entrasen a la cabina de un vehículo, se arrellanaran en sus asientos justo antes de arrancar, y de que el obstinado zumbido del motor domine desde ese instante la travesía.
El vehículo que Dos Gajos pilotan es una improbable mezcla entre el tren de mercancías que pasaba por Bakersfield y Nashville, y el Opel que condujera Syd Barrett. Del primero aprovechan la fórmula: la tozudez del ritmo constante, el pizzicato de la guitarra…del segundo, el zanganeo residual de un tornillo suelto.
En la cabina también hay discos, que Dos Gajos pinchan durante el trayecto: Marc Ribot, Tom Waits, Elizabeth Cotten, Beat Hapenning…también algunos de mambo, calipso e incluso de los 3 Sudamericanos. Las maracas acompañan a tiempo el ritmo de la maquinaria, induciendo pensamientos en bucle a los tripulantes.
Como voces en off, JC y Esperanza cantan letras ensimismadas, circulares. No describen una sola imagen, un solo paisaje o narración externa; más bien transcriben el rumor de un pertinaz monólogo íntimo plagado de elucubraciones e incertidumbres. “El bicho” que tienen dentro les dicta la letra de “obstinación”, “el tiempo pasa”, “qué le doy”, “más cordura” o “flashback blues”. Como en pregones de son cubano o en estribillos de canciones infantiles, las palabras se repiten, las frases reaparecen con leves diferencias. Las dudas se recrean sin resolverse, varadas en insalvables huecos de la personalidad. Especialmente notable es el modo en que Dos Gajos emplean la adusta voz de él y la precisa y brillante de ella, estableciendo una alternancia que, contra la convención, no sugiere una conversación entre dos personas: aquí asistimos a la deriva afectiva de un único ente pensante que reorienta sucesivamente su afección, tratando de manejarse en una “sinrazón” en la que por otra parte, parece sentirse cómodo. Los cantantes son, en Dos Gajos, puntos de vista.
Con las mínimas herramientas sonoras, y una producción tan espontánea y natural como intrigante (marca de la casa de Rafael Martínez del Pozo), el primer disco de JC y Esperanza atraviesa la neurosis y el hastío adulto con humor, con un traqueteo saltarín e ingenuo. Dos Gajos es, en definitiva, toda una fórmula, solo igual a sí misma; un vehículo incombustible, construido para durar.